En la noche del 23 de abril de 1915, y durante toda la madrugada del día 24, cientos de intelectuales, religiosos, profesionales y ciudadanos de ese origen fueron despojados de sus hogares y deportados, para ser posteriormente asesinados. El 24 de abril resume simbólicamente todos aquellos crímenes de lesa humanidad, que los turcos-otomanos cometieron en perjuicio del pueblo armenio con anterioridad a esa fecha.
El recuerdo del Genocidio Armenio nos interpela en tiempo presente sobre las consecuencias que pueden generar la intolerancia y el racismo y nos invita a reflexionar sobre el significado del respeto entre los pueblos y las personas. Asimismo, nos permite pensar en otras situaciones de violencia extrema que han atravesado la historia de la humanidad. Como sabemos, en nuestro país, la última dictadura militar, dejó un saldo de 30.000 desaparecidos. Y en otras latitudes, la actualidad muestra que la intolerancia persiste como una amenaza para las sociedades democráticas.