Esta estructura parece un oasis en medio de la dureza y la monocromía de la nieve andina, ya que en la entrada resalta el verde de las palmeras y el pasto sintético, sobre el cual se ven varias reposeras y a veces a su dueño, Miguel Doura, tomando sol, como si se tratara de un "solarium" veraniego.

Sobre la decoración de la carpa comentó que "hace dos temporadas traje una palmera de plástico, que junto con un par de metros cuadrados de pasto que subí permiten a los ojos disfrutar de una imagen completamente exótica, rodeados de montañas nevadas y sin otro verde a varios kilómetros a la redonda".

"Aquí también tengo instalada una camara web que envía imagen del campamento en tiempo real cada tres minutos a mi sitio no comercial www.aconcaguanow.com , aquí se reciben mensajes de todo el mundo y también hay información meteorológica", agregó.

Dentro de la carpa, tiene colgadas obras propias relacionadas al Aconcagua, "mucho en color (pastel al oleo), oleo y grafito", precisó, realizadas en la montaña, en su taller del barrio porteño de San Telmo o en su segunda residencia de Mar de las Pampas, en la costa bonaerense.

Un planisferio, en el que la Patagonia está arriba y Groenlandia abajo, cuelga en una de las paredes, y sobre estó acotó divertido que "muchos se quedan mirándolo y yo les comento que en el espacio no hay `arriba` ni `abajo`, son sólo convenciones".

En el refugio "los días transcurren en función de la meterología, casi núnca sabemos qué día de la semana es, pero sí sabemos cuándo viene una tormenta o si va a levantar viento, somos muchos los que venimos y nos reencontramos cada temporada y nos saludamos como si hiciera sólo un par de semanas que no nos viéramos".

Describe a ese ambiente "como un gran barco con marineros de diferentes partes del país: Salta, Tandil, Mar del Plata, Mendoza, Bariloche, Córdoba, El Bolsón, Capital".