La más reciente edición en papel del Diccionario de la Real Academia Española —la número 23— salió a la calle en 2014. Como tal, podría ser la última… “Queremos cambiar la planta actual del diccionario, es decir, su estructura, de impresa a digital”, asegura Darío Villanueva, director de la RAE.

La transformación parece radical y definitiva. Internet ha impuesto su implacable metamorfosis léxica. Refresca la dinámica aventura de los significados y del lenguaje cada día. Recibe y abraza términos polisémicos según las procedencias globales del español. Lo escucha, lo amplifica y lo enriquece.

Las visitas a la página web de la institución, concretamente a la aplicación que permite acceder gratuitamente al Diccionario, se multiplican: el pasado mes de mayo se registraron 73 millones de consultas. El cambio de paradigma es un hecho que afecta desde ya de manera mucho más profunda a la vigesimocuarta edición.

Las actuales 24 academias de todo el mundo trabajan sobre un documento común en el que irán abordando debates y aportando sugerencias.

Pero, ¿quiere esto decir que todo término podría entrar sin un riguroso examen en el Diccionario? Se trata de un debate vivo en la Academia. “No significa que bajemos la guardia en la selección. Se quiera o no, estamos ante una obra normativa”, asegura Rojo. Lo que ofrece la nueva versión digital es un amplísimo enriquecimiento de cada término. “No sólo contará con acepciones, pronunciaciones, sinónimos, elaboraremos varios ejemplos que faciliten la claridad de las entradas”. Y ofrecerán enlaces a otros diccionarios: “No sólo a los de las academias, a unos cuantos más”, añade el académico.